lunes, 29 de septiembre de 2014

TRADEVO, DOCE TAPAS, SANBERS, PITACASSO. SEVILLA

Pequeña Gastronomía. El viaje inmóvil (casi siempre).


Reflexiono con frecuencia sobre la suerte de vivir una época y un lugar en los que la selección natural curra con discreción. Este pensamiento es siempre el prólogo o la postdata de otra bolsa de callejones mentales, que duran más, entretienen maravillosamente y, normalmente (dependiendo de la medicación) son compartidos. La conclusión íntima o colectiva es siempre la misma: qué divertido resulta  evitar el éxito, en cualquiera de sus manifestaciones. Y qué vidilla inyecta el importarte una soberana mierda la represalia. Y el deber, si no es porque a veces nos agarra como gatos hidráulicos los cuellos, qué poca prisa nos mete. Esos somos nosotros, bastante imbéciles según el canon, convencidos de que a nadie le importa (quizás a los dioses de la productividad), allá se nos ve, mordiendo las pamplinas tan vehementes; selección natural 0, nosotros 1. En el mundo real, una lluvia de desodorante y cloro riega las calles de verano, amarillas plomizas en el interior austral, playeras baratas, pijas o a veces incluso estéticas por los pelos en la costa. La peña sonríe bobaliconamente, como si el sol fuese un gigantesco aspersor de LSD. Los vecindarios responsables ganan categoría económica, cosechando logros, queridos, relajados; selección natural 10, nosotros 0. Peligroso oficio ser familia de armas de la contraria.

La deriva del recién naufragio nos lleva a un planteamiento maniqueo del mundo. Es un esquema más que familiar para los que disfrutamos de un gradete importante de bipolaridad (casi nuestro santo padre), aunque también es recurso frecuente para casi todos los que acostumbran respirar. Dos antagónicos grupos dispuestos para la inmolación en mitad del paisaje, los unos relucientes como paladines y los otros mugrientos como criaturas, quién es quién… pausa dramática… viajeros frente a turistas, camorra inminente. La confrontación comienza rápido tan sólo al oler de lejos el panorama, sobre todo si uno huele a gritón relax y a domingueo y el otro huele a cambio de rumbo y enamoramiento compulsivo. Cada cual tiene sus destrezas particulares, uno es capaz de fabricar hábitats replicados del suyo propio, ya sea en la esquina perpendicular a su chalet, ya sea en la selva de Sumatra ("Dios guarde al señor Mcdonalds", se repite con la intensidad de un padre nuestro). El otro, afectado, entrometido, empapado del ecosistema descubierto, tanto en virtud, como, sobre todo en problemas (eso sí, con estómago blindado a base de malas experiencias), siempre dispuesto a hipnotizarse por el horizonte, ya sea verdad o pura pantomima. Todos tenemos algo de turistas y algo de viajeros; todo, quizás, es en algún sentido turismo y en otro viaje. Y el alimento, la gastronomía, la posición que ocupa en el orden de items particular, tampoco, lógicamente, se escapa del gobierno de la dicotomía.

Y bien, mensaje recibido y trabajo de campo en ciernes. Antes de partir una vez más por los recién nacidos senderos del flâneur, buen pertrecho, como se debe. Mejores que botas de hierro considero las premisas: el camino se multiplica como si el viento fecundase la tierra sin ni siquiera un mísero beso en la mejilla, las esquinas son lo que la física para Escher, es decir, un “no tienes cojones”, y la vuelta a casa se mide en función del no tener casa ni patria fuera del atillo. El viaje comienza meses atrás.


TRADEVO

No sólo los bloques de vecinos circundan feas piscinas comunitarias, con sus adosados chiringuitos y sus hongos en las placas de ducha.

Tradevo se encuentra localizado en dos lugares a la vez: la loma del orto sevillana (dificil geografía)), y el perpetuo top ten bloguero de los mejores bares de tapas de la ciudad (más dificil todavía). Tras aterrizar en sus dominios con la inestimable ayuda de un mapa, un sherpa y un coche (menos mal que hay posibles por una vez), se comienzan a empujar los estímulos, su digestión y sus conclusiones. El local, pequeño y atestado de gente disfrutona. La carta, un empeño creativo que además vacila por derecho de honestidad. Cocina de proximidad, siempre atenta al azar del mercado, mucha pizarra, mucho tachón en la pizarra, (señal de que hay riego tras la apariencia) y mucha y rica comida tras los gestos nerviosos del personal de sala. El precio, equilibrado a la ración y a la propuesta, variable como varía la oferta, a veces modesto acompañando una tapa de las de siempre, a veces solemne al compás de un virguería gastronómica. Tradevo es uno de esos lugares que puede permitirse el lujito de autodenominarse "gastrobar" sin recoger a continuación mofa o reclamación. Un meridiano ejemplo de pequeña gastronomía, sin duda, el viaje ha comenzado.





. Cartucho de berenjenas con salmorejo




. Hamburguesa de secreto, pan de curry, cebolla confitada, queso    brie, yuca y mostaza




. Arroz encontrado. (Paella s. XXI)






 . Pappardelle con magret de pato, setas y carbonara casera






. Conguito sobre crema de naranja


25 euros con vino blanco de Rueda "Luna Blanca". 

Tradevo. Plaza Pintor Amalio García del Moral. Nervión. Sevilla.



DOCE TAPAS

Tapeo de altura bajo la atenta mirada de Gordillo.

Cuando ya crees que lo has visto todo, aparece algo que te recuerda que eres un moco con discreta pero insuficiente experiencia vital. Bueno, voy sin trampas, resulta que en este caso aunque colecciones jet lags, exóticas enfermedades o hijos que no conoces distribuidos por el mundo, lo que hay detrás del espejo va a ponerte del revés. Y es que, el protagonista de nuestra segunda parada, Doce tapas, se camufla con un extravagante sentido del camuflaje (y de la extravagancia) en el lugar más insólito imaginable para contener verdadero tapeo gourmet: ¿un centro comercial?, ¿un cementerio?, noo, la peña bética de Gines (pueblo a 6 km de Sevilla). Sí, sí, habéis oído bien. Me acuerdo y me río de aquellos elegantes constructores de catedrales de antiguos posts, que vivían mimetizados en preciosos callejones. Esto es otro cantar, Doce tapas es droga dura. Asi pues, vamos con las conclusiones. El local, en fin, es una jodida peña bética, con cuadros de antiguas alineaciones, caretos de futbolistas que probablemente ya estén muertos y, ejem, en fin, es la peña bética de Gines, repeat. La cocina es todo un ejemplo de búsqueda y de inconformismo. Elaboraciones muy trabajadas aparecen bajo la firma de un chef comprometido con los sabores, las texturas y la innovación. El precio muy ajustado y el servicio pulcro, disparan la sensación de estar presenciando una especie de milagro. Doce tapas es un I+D en territorio comanche, con todo lo que ello conlleva (no obviamos que algunas elaboraciones cojean en la resolución). Seguimos por la senda de la gastronomía en miniatura. Por cierto, Doce tapas no es que sea viaje, es que es trip (ya sabéis, golfos).





. Solomillo Mozárabe





. Pizza Inés Rosales




. Risotto de pato a la naranja




. Volován de queso de cabra con farsa de cebollitas y manzanas reineta caramelizadas





. Cremoso de yogur con higos y nueces



   
. Tarta de Huesitos


21 euros con cerveza.

Doce tapas. Calle Real nº 24. Gines (Sevilla).



SANBERS

Tripadvisor, esa falaz página de turisteo glotón.

Animado, alegre y convencido de que mi sino era ser en todo un viajero (me acuerdo tanto de las letrinas en mi último viaje al moro), me dispongo a seguir la ruta echando mano de una herramienta que no puede faltar en el haber de cualquier dominguero con hambre (joder, ya empeziezo mal). La siguiente parada es un bar posicionado en lo más alto del ranking del tripadvisor. Y no sé por qué, anhelo encontrar un bar en serio, cuando la broma y el espectro de los tendencioso adornan el prólogo. Nada como dejarse llevar para terminar con los morros en el fango. Sanbers habita otra afuera residencial, como la de sus colegas los buenos bares, pero con pura decepción al llegar a la meta. Lo curioso es que por parecer, parece hasta currado, más allá de la alabanza falaz de la web. Pedir perdón al amigo engañado, a la novia (quien la goce) o hasta al GPS, es lo que queda tras el mencionado chiste. El local, grande y bonito, hasta que miras un poco más de cerca los carteles, los churretones de los manteles, la suciedad impregnada en las cartas, y el fantástico mundo del wc. La carta, amplia e irregular, desde una tapa que se anuncia como premiada en concurso sin igual, hasta unos nachos con queso (se supone que "porque el chef es mexicano"). Raciones muy cortitas, precio elevado, trampeo con el IVA y calidad cuestionable. Servicio correcto. En fin, que ni chicha ni limoná, ni comedero de gorilas, ni mucho menos tapeo gastrónomo digno de mención. En todo caso, lo más selecto que va a probar el delantero centro del equipo de furbol de mi pueblo (si consigue escapar de la Sureña). 





. Capricho andaluz




. Mini hamburguesa


14 euros con vino blanco "Rey Santo" de Rueda, agua, cubierto, Iva...

Sanbers. Avenida de Alemania nº 9. Los Bermejales. Sevilla.



PITACASSO

El problema de la comida rápida se soluciona con cariño.

Y precisamente cariño no le falta a la colección de platos que ofrece el Pitacasso, un pequeño local regentado por unas simpatiquísimas anfitrionas, que cierra este primer asalto en el desliz del paseante. Comer como en casa, con la atención de quien resulta camarada sin ni siquiera conocerte, comer con las manos, con descaro y con relajo, como en casa, vaya. Ese es el fundamental logro del Pitacasso, amén de una carta sencilla pero muy bien resuelta, donde platos tradicionalmente sometidos al prejuicio del fast food, aparecen delicados, frescos, como tamizados por el cuidado y el tiempo de la buena cocina. Así pues, el espacio diminuto se hace inmenso en su terraza aledaña a la plaza, el mercado y el palacio (trío imbatible), de Calle Feria. La propuesta gastronómica es clara y coherente, el servicio excelente y las raciones muy abundantes. El precio cierra nuestra integral sonrisa, no sólo cómoda, confortable, también suspicaz ante la verdad que tantas veces ha de desmentirse. La comida rápida no es mala porque sea rápida, sino porque la hacen malos cocineros, malos jefes o una desastrosa combinación. No es la velocidad sino la inexistencia de impulso creativo, la codicia, las putas ganas de robarle la cartera al cliente, lo que hace mala una comida. Gracias a bares como el Pitacasso existe el necesario contra-argumento.




. Hummus




. Queso parmesano con aceite


   

. Pollo al curry con arroz y hierbabuena


9.70 euros con cerveza.

Pitacasso. Plaza de Calderón de la Barca nº 10. Centro. Sevilla.



Comer, en forma y contenido, termina siendo un fantástico chivateo de lo que te late por dentro, la osadía del viajero o el confort del turista. Así como cualquier otro menester cultural o social da flagrantes pistas de la pasta de la que estás fabricado, el hecho de comer arroja una cantidad enorme de ellas al que tiene los sentidos receptivos. Y no sólo hablo del afuera, también me ocupa la entraña, el uno mismo, con sus maneras y sus costumbres. Ya lo dice el sabio refranero "de lo que se come se cría", o lo que es lo mismo, cuidado con comer demasiado petróleo no vaya a ser que te vuelvas idiota profundo. Mi paseo por la ciudad no se detiene, sólo pausa su ralentí en este primer capítulo. En realidad, una pregunta se esconde tras el caminar de esta forma ¿qué soy yo, en mayor medida, turismo o viaje?. Por si acaso la respuesta me resulte terrorífica, seguiré buscando, con las premisas bien limpias y las botas más sucias que la madrugada. 




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