domingo, 14 de junio de 2015

ANGLE (BARCELONA). 1 ESTRELLA MICHELIN

SOSPECHAR DEL APELLIDO


Vivo una moderna pubertad. Casi a los 30, un cambio paradigmático conectado al paso irreparable de los meses, grabado con la hondura de una mala madurez, voluble sólo con la complicidad del tiempo relativo. El acné ahora es complejo existencial salpicando no la cara, que en aquellas parecía el puto armagedon, sino el cuerpo entero, la voluntad y el espíritu. Los cambios de voz son ahora directos de un porvenir de brazos hipertrofiados y el aprendizaje es ahora esquiva en una jaula, versión experta del comodísimo cuadrilátero, en el que si no te gustaba el panorama siempre podías escabullirte en un despiste del gólem. En esta contemporánea adolescencia toca mojarse, no rozar de puntillas, sino mancharse de redefiniciones a la vez que se reza un soneto por los pasados maestros de mierda(como dice la canción), que tanto te ayudaron a "cultivarte". Llega el tiempo de la revolución, del punto crítico y ahora no hay guías que valgan, amigo, si no desarrollaste suficientemente la orientación, la llevas clara.

Como todo lo que uno toca,(y le importa), ha de vivir bajo el sentido del cambio, el paulatino descubrimiento de la gastronomía también va sufriendo un lavado de matices, a su manera, reflejo de que hasta en el placer debe haber conflicto. Tanto viaje y tanta hambre me ha llevado a señalar bares y propuestas con el dedo(y por diferentes razones), a confirmar sospechas, a romper preconceptos, y a aprender, al fin y al cabo, que la comida es (o debe ser), la necesidad menos fisiológica de las necesidades fisiológicas (con permiso de la alcoba). 

Avance y aprendizaje en tenso matrimonio, la vulnerabilidad es más vieja que el demonio, y ya sea el camino mas prolijo que una literatura, nunca te libras de ciertos estigmas. Pues ya me tocaba poner a prueba un supuesto gigante con apellido de esos
que prometen más que un galán de pacotilla. El Angle es un galardonado restaurante situado en entresuelo de un hotelazo barcelonés, reconocido por su estrella, practicado por su económica oferta(teniendo en cuenta a sus primos), y famoso, básicamente, por tener como jefe de cocina al televisivo chef Jordi Cruz. Satisfecho así el trinomio teta, sopa y fauce, satisfecho como se sacia el deseo con un poco de azúcar química, toca reflexionar con el pellejo y dejarse de teoría. El primer problema es el desangelo, no la virginidad y su lógica mudez, sino el que no haya ni Cristo bendito en un supuesto restaurante de la leche en el centro de Barna. El segundo problema es que Jordi Cruz es una entelequia televisiva. No existe en el plano humano, es un constructo del marketing. Por eso el chef del Angle es otro tipo, por la imposibilidad metafísica, igual que Monchito no puede ser chef de nada, ni la Rana Gustavo, ni Paula Vázquez. El tercer gran problema es que por más barato que en comparación resulte el Angle, te terminas dejando una pasta obscena, y ante tamaña excentricidad, uno espera el lago de los cisnes pateándote el paladar. En el tapete ya reposan los tres contras atravesados, ahora es turno de enseñar el quid, ascensor de la apuesta, ¿perderé hasta los calzoncillos, ya que no tengo coche que quiera ni el desguace, ni pellejo que quiera ni el buen carnicero de Tánger?.


Mi pedido: menú degustación con maridaje.

Vinos del maridaje: Cava Mestres Visol, Gran Reserva 2007. Guitian Blanco, Valdeorras. Coralí 2013, Spelt, Rosado. Cerveza Keks (Girona). Vino Fino, La Bota 45. Gran Crysalis, blanco, Penedés. Vino negro, Ánima Negra, Mallorca 2008. Vittios, Penedés, dulce. Pedro Ximénez, Lustau.








. Burbujas de bloody Mary con helado de apio y Lima






                              

. Ceviche de amachi con cerezas




. Focaccia de setas crudas y foie con consomé de Albidum Picó



                             


. Tartar de caballa marinada con ajo blanco helado, ajo negro y balsámico





. Carpaccio de gamba mediterránea con texturas de pan con tomate



                             


. Papillote de espárragos y bacalao con agua acidulada de setas



                               

     . Yema de huevo curada con ibéricos 





. Tsukadani thai de gallo con esferas de curri







                           



. Lagrima ibérica marinada con miso, berenjenas y pieles cítricas




                              



. Coco yuzu yogur y fresas



                             


. Espuma de queso de cabra con helado de miel y piñones al Romero





                            


. Petit fours

Cómo enmendar aquello que aun en su carencia es cojonudo. Si la espera se convierte en un gran inquisidor y la red de expectativas, satisfacciones, valor y precio se aprieta ahogante al gaznate y a la piel encendida. Cómo se critica la excelencia, ¿tiene sentido? si uno mismo es el culpable de cada una de las letras de la etiqueta, de la hinchazón y la hipérbole ¿es justo, más allá del perverso pasatiempo, subir a un altar y después disparar a matar aprovechando el ángulo?. El menú del Angle estaba del carajo, es un hecho. Y sin embargo, por qué es que ni la borrachera consecuente a un maridaje de diez tragos hace reposar la experiencia con más sonrisa que bulto, ¿Será que soy un hijo de puta?. Y lo que es más importante ¿afecta a mis papilas gustativas y a mi sentido del placer el ser un hijo de puta?. El caso es que así fue, que una buena comida en un buen restaurante me provoco un coitus interruptus, cuyo coito era puro onanismo y cuya interrupción era culpa mía (no del alcohol). El Angle es una buena alternativa si vives en la ciudad condal y te apetece un siroco gastronómico suficientemente abultado como para llorar una hora pero no tan grande como para suicidarte. Buena opción para saber de qué va eso de las estrellas michelin y de la gastronomía de la era espacial. Pero, atención, si eres un salvaje discursivo con tendencia manifiesta al pero, quizás debas plantearte opciones menos exigentes (o "from lost to the river"). Termino mi crónica sin señalar con el dedo acusatorio, tan sólo declaro la conclusión como firman los finales de los túneles aquellas señales de tráfico que acompañan la luz de cruce con una bonita interrogación: qué maravilloso terror, cuando el único mandato es preguntarse.

Menú degustación con maridaje, agua y café: 140 euros



Pd: Albricias a los desenfoques y desencuadres de uno, a los platos fotografiados cuando ya no quedan ni migajas y, por supuesto, a las buenas fotos de los vecinos blogueros que, sin querer queriendo, me permiten ilustrar; alguna vez os invitaré a una litrona de Estrella del Sur, por tan generosos préstamos.


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